13/3/08

carta de Emma Zunz



Querida Elsa Urstein:
“Los pedacitos de congoja en cambio derraman pétalos o miedos, pero también espinas despaciosas que no se van/ se quedan.”[1] Así es como me siento, amiga.
Te preguntarás: ¿Por qué maté al Señor Loewenthal? ¿Cómo fueron los hechos? Lo que me sucedió fue increíble, pero en el sentido del horror de lo increíble.
El señor Arón Loewenthal, hombre serio, respetable para todos e incluso para mí, antes de lo acontecido en aquel siniestro día.
La tarde del domingo, recibí su llamado pidiéndome que me acercara a las oficinas para comentarme un (pretexto) asunto de la huelga. Hacia allí me dirigí, había dejado la verja abierta para que pudiera pasar, rodeé al perro de la entrada y llegué hasta su despacho. Me saludó cordialmente y me indicó que me sentara en su diván. Así comenzó a persuadirme con un débil discurso sobre la lealtad e intentó sonsacarme información sobre los cabecillas de la revuelta. Quedé perpleja, sentada allí, tímida, titubeante, sin decir una palabra, se produjo un sordo silencio. Se sentó a mi lado y comenzó a acosarme, un monstruo suspendido en el tiempo, creó que grité, la nebulosa rodea mis recuerdos.
La oscuridad cesó, no se cómo recordé que en su escritorio escondía un revolver, le rogué que me trajera agua e imagino que creyendo en mi ingenuidad, lo hizo. Secuencias rápidas, disparos salieron de mi mano, de mi cuerpo, de mi alma y mi odio. Sólo los ladridos del perro lograron devolverme a la realidad, temblorosa anuncié a la policía: - Ha abusado de mí y lo he matado.
¿Acaso estoy condenada por castigar mi ultraje? ¿Quién no mataría a su verdugo?
Intentando salir de la maraña que es hoy mi vida, “Los pedacitos de felicidad son como fiebres migratorias, llegan con la estación en alza, se van con el segundo frío”[2], ojalá se quedaran en mi para siempre.

Emma Zunz

P.D.: “Iniuriarum remedium est oblivio”
[3]





[1] Benedetti, Mario, “Garantes”, de La vida ese paréntesis.[2] Benedetti, Mario, “Garantes”, de La vida ese paréntesis.[3] “El olvido es el remedio de los daños"
Nota: Esta carta evoca al cuento "Emma Zunz" de Jorge Luis Borges.

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